El oficialismo acepta negociar el Presupuesto 2026 bajo las condiciones de la oposición
El Gobierno cedió en el Congreso y admite un texto alternativo con superávit. La interna libertaria complica a Martín Menem, que busca sostener su liderazgo en Diputados.
En menos de tres días, el oficialismo pasó de intentar imponer el debate del Presupuesto 2026 a aceptar las condiciones que exige la oposición para avanzar en la discusión. La decisión marca un giro político relevante y refleja la pérdida de margen del presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, frente a la presión opositora y las tensiones dentro de La Libertad Avanza (LLA).
Los bloques dialoguistas radicales, federales y sectores provinciales fueron claros: no debatirán el Presupuesto hasta que el Gobierno cumpla con las tres leyes promulgadas pero aún sin aplicar por Javier Milei: la emergencia en discapacidad, el financiamiento universitario y los fondos para el hospital Garrahan.
El intento de Menem por escenificar control político, tras reunir el lunes en su despacho a referentes del centro, se diluyó rápidamente. Al día siguiente, el incumplimiento de las normas aprobadas por el Congreso endureció la postura opositora, que incluso avanza en la elaboración de un dictamen propio.
El diputado Nicolás Massot (Encuentro Federal) confirmó la estrategia el martes durante la reunión de la Comisión de Presupuesto: “Nuestro dictamen va a tener superávit fiscal para darle previsibilidad económica en los próximos dos años”, explicó.
Ese texto prevé un superávit del 0,9%, frente al 1,5% propuesto por el Gobierno, y la diferencia se financiaría con rentas generales.
Este miércoles, durante una nueva reunión de la comisión ahora presidida por el libertario Alberto “Bertie” Benegas Lynch, en reemplazo de José Luis Espert, el oficialismo dejó entrever que podría aceptar un texto alternativo siempre que se mantenga el equilibrio fiscal. La brecha entre ambas versiones, remarcaron, se cubriría con partidas no indexadas, es decir, aquellas que no afectan jubilaciones, salud, educación ni seguridad.
El objetivo es lograr una votación común en Diputados antes de fin de año, aunque el tratamiento definitivo podría extenderse a las sesiones extraordinarias y con una nueva composición del Senado, lo que busca limitar el margen de maniobra del peronismo.
Interna libertaria y desgaste político
El movimiento del oficialismo tiene también una lectura interna. Martín Menem atraviesa un momento de debilidad: enfrenta la desconfianza de la oposición, el peso del incumplimiento presidencial y las maniobras de su propio espacio. Desde Casa Rosada, el asesor Santiago Caputo impulsa al diputado Cristian Ritondo (PRO) como posible reemplazante al frente de la Cámara, una jugada que erosiona su autoridad en la antesala de la elección de autoridades de diciembre.
El resultado electoral del domingo podría agravar ese escenario. Si La Libertad Avanza sufre un revés, la línea dura que responde a Karina Milei de la cual Menem es parte quedará en una posición frágil para sostener la conducción parlamentaria.
Mientras tanto, los gobernadores provinciales también hicieron sentir su peso. El misionero Daniel Vancsik se reunió en Casa Rosada con Eduardo “Lule” Menem para reclamar fondos, y su par Carlos Fernández exigió que el precio de la yerba mate vuelva a fijarse en el INYM, y no por el mercado, como dispuso el Gobierno.
El viraje negociador del oficialismo, inusual para una fuerza que hizo de la confrontación su sello político, implica también una admisión implícita: que es posible cumplir con las leyes del Congreso sin romper el equilibrio fiscal.
Desde el entorno de Menem celebran el cambio de tono como una victoria cultural:“Los degenerados fiscales de ayer, hoy son fiscalistas”, ironizan, mientras el presidente de Diputados intenta mantener su liderazgo entre el presupuesto y la interna libertaria.


