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Colonia Benítez: darse un tiempo para conocer el pueblo desde otra mirada

Un tour en bicicleta por todas las canchas de Colonia Benítez dura más o menos 90 minutos, casi lo mismo que un partido de fútbol. El pueblo es pequeño, pero su cantidad de terrenos de juego es bastante amplia, aunque no en todos hay partido. Se podría decir que en Benítez hay más campos de fútbol que fútbol en sí. Hoy una bicicleta tomó el papel de una pelota, las calles fueron jugadores, las esquinas se convirtieron en jugadas, las canchas pudieron ser goles y Benítez fue un gran e inmenso terreno de juego. El árbitro pudo haber sido algún agente de tránsito pero no había ninguno por las calles. Los perros fueron rivales duros, querían la “pelota” cueste lo que cueste en cada jugada y la propiedad privada tapó varios goles muy claros. El sol en el poniente funcionó como reloj y el partido terminó cuando se vio la primer estrella, el silbato.

Después de una corrida de la calle Algarrobo llegó el primer gol, la “Cancha del INTA”. Vacía, con un par de reflectores y el pasto por partes. No había redes, ni líneas, ni futbol. Normalmente el Club Central Benítez la usa como centro de entrenamiento, pues ésta es la única cancha de once en todo el pueblo. Siguió este partido, la Calle Algarrobo estaba encendida, fue hasta el final e hizo una jugada con la Avenida Alsina quien anotó el segundo gol, “El Central”. Una de las más alejadas, tenía un par de reflectores y las líneas bien marcadas. Pero no había redes y ninguno de los siete jugadores de cada lado se encontraban en ella.

Iban ya 15 minutos de partido y la calle Tordo fue hasta el final, la pelota dejó atrás a unos rivales y se metió hasta el fondo, entró por un pasillo de césped detrás de una casa y terminó en un hermoso gol. La cancha de “Abogadito”, entre el estero y los jardines de un par de casas. Aquí si hubo fútbol, pero los chicos ya estaban en pleno descanso, sentados en el pasto que cubría todo el terreno. Las líneas reglamentarias solo se notaban por la altura del césped y los árboles funcionaban como pasa-pelotas, pero había uno de mandarinas en que era el aguatero y refrescaba a todos los “pibes”.

La estrella del partido fue la Avenida Félix Benítez. Primero jugó con Calle Algarrobo, después con Quebracho, Urunday y Lapacho hasta que tiró la pelota por detrás de la iglesia y dejó su primer gol. “Antes los pequeños entrenaban acá, hoy ya no”. Normalmente éste predio se encuentra vacío, salvo que la iglesia organice algún evento, pero “este lugar dejó de ver futbol hace bastante tiempo”. Siguió la Avenida Félix Benítez, ya iban 30 minutos de partido y los rivales estaban más “mansitos”. Unos metros antes de jugar con la calle Cecilia De Seren, enganchó y metió su segundo tanto y el quinto del partido. La cancha de “El Playón”, aquí siempre se juega y hoy no fue la excepción. Cinco jugadores de cada lado, sin uniforme y algunos hasta descalzos que jugaron hasta el hartazgo. Aquí si había líneas, reflectores, luces y techo. También había redes, pero eran más bien simbólicas ya que cualquier balón que vaya alto podía, o golpear el techo o pasar al otro lado del muro.

Ya a comienzos del segundo tiempo vino el sexto gol. La pelota fue por la Avenida 25 de Mayo hasta encontrarse con “Lo de Augusto”, una típica cancha de barrio: sin pasto en el centro y sin luces pero con seis jugadores de cada lado. En una pelota dividida, uno de los chicos pegó un zapatazo que hizo que el balón golpee un auto que pasaba por la calle, por suerte no pasó nada más que eso y el partido siguió hasta que los más grandes cayeron sumergidos en cansancio. A partir de este punto, el partido de Colonia Benítez se puso aburrido, hubo más goles descubiertos por la bicicleta, pero no más futbol en ellos.

Corrían los 15 minutos de la segunda mitad de este partido imaginario, y la Avenida 9 de Julio se hizo cargo de la pelota que pasó por al lado de unos rivales un poco rabiosos hasta que jugó con la calle Zaragoza. Ésta amagó un pase a Rivadavia y pudo encontrar el gol 50 metros después. Era la cancha de “Manduré”, una cancha doble, con reflectores y un poco de redes. Pudo ser uno de los mejores terrenos, pero sus suelos de arena hacían que el jugar de este lugar sea el más pesado de todos. Ni hablar de la playa que puede salir de los botines después de un partido…es normal que no suelan jugar acá.

La Avenida Félix Benítez tuvo otro acto de brillantez y jugó con la calle M. González, quien llevó a la bicicleta al octavo gol. Una jugada con Blas Parera y una nueva cancha, lo de “Patacho”. Un campo bastante rápido y pequeño ubicado detrás de una mecánica y en frente de una Lotería. En éste lugar se solía jugar por las noches, los chicos se juntaban y la alquilaban entre todos para pasar un rato de fútbol, pero por desgracia perdieron esa costumbre.

Ya en el descuento de este tour; cuando el sol intentaba esconderse y mezquinar su luz, cuando el “silbato” estaba a punto de verse en el firmamento; la pelota fue por la calle Calandria y, justo antes de cruzarse con Algarrobo, cayó en la cancha de “Arguello”. Allí habían dos chicos de menos de 10 años jugando a los penales, o algos así. El predio solo tenía césped en la periferia y los arcos estaban pintados de rojo y blanco, al parecer los dueños de este terreno son de River Plate.

Ese fue el último tanto del equipo local en este partido imaginario, el silbato ya había aparecido en el cielo y la calle Algarrobo llevó a la pelota de regreso. Unos rivales, que parecían sabuesos, siguieron el balón a una velocidad exorbitante, y lo obligaron a pasar por una vereda llena de cristales rotos y piedras puntudas. Con la “pelota” pinchada, las calles dejaron de ser cazadores de goles/canchas para convertirse en rastreadores de algún bicicletero que pueda dejar esta rueda trasera en condiciones de volver a casa.

 

Autor: Timoteo Camps

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